viernes, 30 de julio de 2010

Desnuda tambien un poquito la mente

Cierro los ojos y empiezo a sentir las caricias de aquella noche que llego a su fin, aquella noche donde empecé a sentir lo que era el amor, lo que era la pasión y lo maravilloso que puede ser tener tus manos sobre mi cuerpo, tus manos acariciando mi rostro y tus labios besar suavemente los míos.

Empiezo a recordar esa noche como si estuviese en ella, empiezo a recordar esos besos resbaladizos que recorrían cada centímetro de mi piel, esos besos que me hacían llegar al cielo de una forma única, esos besos que me hacían ver algo más que tu alma desnuda, algo más allá del verdadero amor, del verdadero placer y la verdadera pasión. Los recuerdos de esa noche se hacen presentes al sentir tu aroma en mi almohada, tu aroma en mi ropa y hasta en mi piel, ese aroma capaz de erizarme toda, este es el aroma de la pasión, el aroma del placer.

Vuelvo al lugar donde empecé a amarte, donde mi piel se mezclaba con la tuya, donde fuiste mío por primera vez, donde las estrellas que reviven la escena de una noche inolvidable se hacen presente cuando la luna sale, cuando vuelvo a caer en el placer de tenerte cerca, y es ahí, en esa misma noche donde apareces sin aviso alguno, donde tus manos empiezan a desquitarse con mi ropa, donde mi cuerpo y mi alma vuelven a desnudarse, donde tu aroma vuelve a impregnarse en mi piel, es ahí donde cierro los ojos y pido que la noche no termine jamás.

Termina aquel acto de amor, aquel acto donde no podía dejar de imaginar lo que sería quedarme contigo toda una vida, quedarme toda una vida con tus caricias, imaginando tu cuerpo sobre el mío, tus besos sobre mi piel, tus manos jugando a investigar cada centímetro de mi cuerpo van dándome el mejor placer del mundo, el placer de tenerte junto a mí y el placer de ser tuya bajo la luna y las estrellas.

Cierro los ojos y vuelvo a imaginar, vuelvo a sentir y te vuelvo a amar.

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